Pensé que eras mío.
Que tu corazón me pertenecía,
que en tus venas latía mi sangre,
y en tu cuerpo pulsaba mi ser.
Pensé que eras mío.
Que podía mirarme en tus ojos,
ser el aroma que respiraras,
y ser la música que escucharas.
Pensé que eras mío.
Pero una tarde, mientras llovía,
me di cuenta de la verdad:
comprendí que yo era tuya.
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1 comentario:
Me ha gustado mucho, de verdad.
Da cierto miedo pensar que perteneces o dependes de alguien, ¿no?, a mi me da pánico.
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